miércoles, 11 de julio de 2007

Testigo de la vida de Manuel Arévalo Cáceres: JUVENAL ÑIQUE RÍOS

El mensaje subliminal para los políticos de hoy.
La historia que todo trujillano debe saber.

. Por: Raúl Rivero Ayllón

Sus ojos brillaron y su sonrisa me hizo recordar a mis nietos cuando alcanzan –con sus propios esfuerzos- algo que ellos se ilusionan. Noventa y dos -me dijo- y este 15. ¿De Julio? Sí, me contestó.

Después de disfrutar de esa alegría- confieso- quedé con la duda. Noventa y dos años cumpliría este 15 de julio quien, con entusiasmo inaudito, me enseñó un libro y, con rapidez, ubicó página la 242 – de las 264 que tiene. Con sus manos cansadas por el tiempo (no su lúcida memoria) me señaló una foto de hace 66 años. “Aquí estoy…”, me dijo sin ocultar su nostalgia. La leyenda de dicha foto dice:

“Juvenal Nique Ríos (el autor). Capturado con volantes y pequeña imprenta, en las inmediaciones del barrio Chicago; en el local donde se imprimía el clandestino Chan Chan (Foto: archivo del Cuerpo de Investigaciones de la Provincia de Trujillo, del 24 de diciembre de 1941)”.

Cabellera abundante y con sus cejas pobladas color negro (ahora adornadas con filigranas de plata peruana). Brazo izquierdo y puño en la cintura; la mano derecha sobre una ruma de periódicos del clandestino Chan Chan. Así perennizó la magia de la fotografía a Juvenal Ñique Ríos: orgulloso de su militancia aprista de aquellos momentos históricos.

Su testimonio
Desafiante –a pesar que había sido capturado por la policía- “con las manos en la masa”, le dije en son de broma; don Juvenal de río a carcajada limpia. Si pues, respondió con voz cristalina, “con las manos en la masa…eran aquellos tiempos…” Y, en un instante supremo, empieza recordar, con lucidez, fechas, nombres, anécdotas... que no tengo otra opción de escuchar su testimonio –en absoluto silencio, como aplicado alumno que escucha al maestro de antaño- de aquellos tiempos del aprismo y de sus líderes, mientras las lágrimas contenidas en su corazón de militante aprista parecían que querían brotar –pero él no las dejaba- como gotitas de rocío matinal.

Aquel libro titulado “Manuel Arévalo Cáceres, Apuntes Históricos”, escrito por aquel joven de la foto, detenido allá por el año por 1941, trata sobre la vida de Manuel Arévalo (1903 – 1937). “Al contar esta historia, no puedo hacerlo sino en los términos de un coloquial discurso aprendido en la hermosa escuela de una vida política trajinada en el camino hacia el bien común y fundamentalmente por el bien de los más pobres”, expresa Juvenal Ñique Ríos.
No hay parcialidad en la narración, explica don Juvenal. “…la parcialidad ha sido el olvido oficial de la historia. ¿Qué hombre que ame un ideal, no habla en el tono simple y claro con el que aprendió a expresar y a vivir ese ideal?”, advierte don Juvenal con tono enérgico.

El mensaje
“Manuel Arévalo Cáceres, Apuntes Históricos” está dividido en ocho capítulos y una nota introductoria – cuyo contenido de ésta última- me recuerda los vibrantes discursos que don Juvenal pronunciaba como preámbulo a los de Víctor Raúl Haya de La Torre. No sé si me equivoco – don Juvenal me jalará las orejas si fuera así- la nota introductoria contiene un mensaje directo, sin medias tintas, sin frustraciones, sin rencores, sin odios, sin pasiones egoístas, sin velos no transparentes; pero sí con la meridiana claridad del pensamiento que le dio la escuela de vida política. Pienso que don Juvenal aprovechó la publicación del libro para perennizar su pensamiento por escrito –porque a veces las palabras verbales se las lleva el viento – y expresar con la sabiduría que dan los años (92) su reproche de abuelo de todos los militantes apristas del ayer, del hoy del mañana.

Juvenal Nique Ríos (Por sus ideales padeció en las prisiones políticas a finales de la década del 30 y durante los años 40), con plena conciencia de su pasado y ahora de su presente, dice con firmeza: “No se trata de un hombre del pasado (se refiere a Manuel Arévalo), se trata de una postura humana que siempre es reclamada por la historia”.

Pueden cambiar…
Luego, con tono enérgico, agrega: “Pueden cambiar los tiempos, pueden cambiar los modos de interpretar el proceso económico, pueden las nuevas tecnologías y la globalización señalar nuevos rumbos. Pero nada puede desviar el verdadero sentido de un camino que sólo se puede andar con amor y entrega a quienes más lo necesitan. Se puede discursear sobre la democracia, incluso en nombre de sus fundamentales libertades de ensalzar programas y modelos; pero para atender al pueblo, para atender al hombre se requiere una condición vital: Amar al hombre”.

Sólo así –prosigue don Juvenal - la inteligencia, el conocimiento, la habilidad, todo se pone a disposición del bien del hombre. Por eso los movimientos políticos requieren de hombres y mujeres que garanticen organizaciones lúcidas y desarrollistas, acordes con el tiempo. “No requerimos de aquellos que moralmente no saben sostener su lugar en el escenario político, simplemente, porque nunca supieron ni saben vivir un ideal, y menos aún, cuando han confundido su vocación y sólo viven usufructuando de los ideales de pueblo”, sentencia don Juvenal.
A sus 92 años, aún tiene esperanzas y exige a las nuevas generaciones: “Requerimos de hombres y mujeres que no queden atrapados en sus flaquezas, sino que se eleven hasta el compromiso verdadero con la vida”, manifiesta con voz quebrada por la emoción, recordando tal vez sus años mozos.

Contenido del libro
El libro “Manuel Arévalo Cáceres, Apuntes Históricos” editado por la Universidad de San Martín de Porres, del primero al cuarto capítulo, trata sobe las haciendas azucareras de los valles de Chicama y Santa Catalina; la masa laboral en las haciendas; situaciones institucional de los trabajadores azucareros; protestas y huelgas de los trabajadores azucareros.

Del quinto al octavo narra sobre el liderazgo sindical en el valle de Chicama: los primeros auténticos lideres azucareros; violencia y persecución; Manuel Arévalo: líder y mártir indoamericano; y, finalmente, el mensaje permanente de Manuel Arévalo.

“Conocí a Manuel Arevalo –narra Juvenal Nique- en mi adolescencia, cuando nuestro país vivía un ambiente de efervescencia social y sufría los rigores de una cruenta persecución política, particularmente la región norperuana, es especial la provincia de Trujillo, llamada con razón la ciudad mártir y heroica. Entonces ejercía la presidencia de la República el General Luis M. Sánchez cerro”.

De la página 127 hasta la 255, Don juvenal evoca la memoria de Manuel Arévalo. “Que la vida de Manuel Jesús Arévalo Cáceres sea un posibilidad para acercarnos con gusto al redescubriendo de la historia política de nuestro pueblo. Esta es la tarea que no requiere de rencores y que se eleva sobre posturas ideológicas. Una tarea para que los jóvenes, especialmente, encuentren con urgencia el sentido histórico de su generación y de su destino”, advierte don juvenal.

El país requiere…
En la penúltima página (254) don Juvenal –al escribir sobre el mensaje permanente de Manuel Arévalo- con mucha firmeza y estoicismo se encuentra con el presente y, sin temor a equivocarse, dicta una sentencia definitiva, irrevocable: “El país requiere de un gobierno y una clase política que comprenda que a las exigencias íntimas de un pueblo no responde la declamación de una historia como si fueran hechos del pasado sin dimensión urticante en el presente. Las generaciones de ayer, como las generaciones de hoy, reclaman lo mismo: no superhombres extraídos de la imaginación, sino hombres con la estatura moral que hagan de la clase política expresión inteligente y práctica social coherente”.

El diálogo con don Juvenal tiene que terminar. Al dejarlo sólo, en permanente reflexión con sus recuerdos, medito sobre las paradojas de la vida. Él, tan agitado en defensa de su militancia aprista hasta la muerte, despliega sus energías trabajando –como toda su vida- en una oficina de la Universidad Cesar Vallejo, entidad que lo acoge casi en el crepúsculo de su vida. Noventa y dos años y allí está el testimonio vivo de la “gloriosa generación juvenil que padeció persecución, prisiones y torturas, y que llegó hasta la inmolación en la sacrosanta lucha por la libertad y la justicia verdadera”.
Al despedirme, muy entusiasmado, me dijo: “Aquí tengo un ejemplar de mi libro, te lo obsequio”. Mientras escribe, con la calma que tienen los hombres de conciencia limpia, veo que a pesar de sus años la aurora de cada día se despierta con él. Y, en mi callada admiración, grito al cielo infinito: ¡Qué Dios le de muchas auroras más, colega Juvenal Ñique Ríos!

1 comentario:

Oscar paz campuzano dijo...

Don Juvenal Ñique Ríos es un personaje histórico que merece ser leído, escuchado y admirado porque su nobleza, humildad, inteligencia, ética y moral son ejemplo indiscutible de su luchadora y nada tranquila vida. Próximamente, también pienso entrevistar a don juvenal Ñique porque no quiero quedarme sin la oportunidad de decirle a mis hijos que yo conversé con aquél hombre del cual ahora ustedes hablan en la escuela.